And yet we are even bigger fools than the world thinks. We profess faith in this Sacrament. We honor it with our lips but we are often unfaithful in administering the sacrament, we are unfaithful in celebrating the sacrament and we are unfaithful in receiving the sacrament. How do we know that this is true? Because our lives reveal it. We listen neither to the Proverb nor to St. Paul.
This is the reason that we do not advance in the way of understanding: we have yet to forsake the foolishness of our sins. The fruit of Holy Communion is a greater unity in the mystical body and an increase of charity. Where the fruit is lacking, we know how we ought to judge.
Jesus says that whoever eat his flesh and drinks his blood remains in him and he in them. This precious gift, when received not merely externally but fruitfully and sacramentally, converts the recipient into a living victim in Christ for the praise of God’s glory.
What does that look like? It looks like the Cross. For our sake he became poor so that we might become rich in grace. He cried out with loud cries and tears in prayer and supplication and he was heard because of his reverence. Does the Lord hear our cries for the poor, the oppressed, the afflicted? Does he see our tears? Have we any? What of our prayers and supplications? Do we sing and play to the Lord in our hearts, giving thanks always and for everything in the name of our Lord Jesus Christ? These are the fruits of participation at the Lord’s banquet. We do well to check our lives for evidence that our participation is true.
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Cuando decimos al mundo que nuestro Dios se hizo hombre, parecemos tontos. Cuando decimos que se hizo hombre para morir por amor a nosotros, parecemos aún más tontos. Pero cuando decimos que, el día antes de su sufrimiento, instituyó el Sacrificio Eucaristíco, nos dio su Cuerpo y su Sangre bajo las formas del pan y del vino, y nos mandó comer para que tengamos vida, parecemos los más grandes tontos que jamás han vivido.
Y sin embargo somos aun mas tontos de lo que el mundo piensa. Nosotros profesamos la fe en este Sacramento. Honramos con nuestros labios pero somos a menudo infieles en la administración del sacramento, somos infieles en la celebración del sacramento y somos infieles en la recepción del sacramento. ¿Cómo sabemos que esto es cierto? Porque nuestras vidas revelan la verdad. No escuchamos ni al Proverbios ni a San Pablo.
Esta es la razón de que no avanzamos en el camino de la prudencia: todavía no hemos dejado la ignorancia de nuestros pecados. El fruto de la Sagrada Comunión es una mayor unidad en el cuerpo místico y un aumento de la caridad. Cuando falta la fruta, sabemos cómo debemos juzgar.
Jesús dice que todo el que come su carne y bebe su sangre, permanece en él y él en ellos. Este precioso regalo, cuando se reciben no sólo externamente, sino verdadera y sacramentalmente, nos convierte en Cristo, víctimas vivas para la alabanza de la gloria de Dios.
¿Cómo se ve? Parece la Cruz. Y por nuestra causa se hizo pobre, para que podamos llegar a ser ricos en gracia. Gritó con gran clamor y lágrimas en deprecación y súplica y fue escuchado por su reverencia. ¿Puede el Señor oír nuestros clamores para los pobres, los oprimidos, los afligidos? ¿Ve nuestras lágrimas? ¿Tenemos alguna? ¿Cuál de nuestras oraciones y súplicas? ¿Cantamos y tocamos al Señor sus alabanzas en nuestros corazones? ¿Damos continuamente gracias a Dios Padre por todas las cosas, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo? Estos son los frutos que crecen por la participación en banquete del Señor. Hacemos bien en consultar nuestras vidas por la evidencia de que nuestra participación es cierto.
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