Jul 12, 2015

Fifteenth Sunday in Ordinary Time, Year B

“Whatever place does not welcome you or listen to you, leave there and shake the dust off your feet in testimony against them.”

How are we to understand this saying? If someone will not receive the truth are we therefore free to leave them in their sins? Can we just forget about them? Israel is holy ground. It is the land which God gave to the Israelites in covenant. For this reason, Jews would shake off the dust of foreign lands before entering into the Holy Land. Jesus sends the disciples as prophets preaching repentance and doing works as a testimony: curing the sick and casting out demons. The instruction he gives to shake off the dust is a prophetic gesture.  It is a witness that they are missing the point of the Holy Land. They are strangers even while residing in the land of their fathers. But it does not mean that Jesus does not care about these places or the people in them.

He is preparing his disciples for the rejection that will surely come. “The disciple is not above his master, nor the servant above his lord. It is enough for the disciple that he become like his master, and the servant become like his lord.” (Mt. 10:24-25) So how does Jesus conduct himself in his ministry of preaching and healing? The Gospels often record that Jesus went back and forth across the Sea of Galilee. He returned often to the places he had been before. “He was teaching daily in the Temple.” (Luke 19:47) Once when preparing to go to Jerusalem, a Samaritan city refused to receive him. James and John asked our Lord if they should call down fire from heaven to consume the town. Our Lord rebuked them saying, “You know not what manner of spirit you are of. For the Son of man is not come to destroy men's lives, but to save them.” (Luke 9:55-56)

While preaching at Antioch, St. Paul and St. Barnabas were rejected and “they shook off the dust of their feet against them and went on to Iconium.” (Acts 13:51). Antioch went on, by the way, to be converted and become a prominent center of Christianity. Another time after rejection and blasphemy in Macedonia, St. Paul shakes out his garments at them. (Acts 18:6). But this is the same St. Paul who writes to the Corinthians “I am made all things to all men, that I might by all means save some. And this I do for the gospel's sake, that I might be partaker thereof with you.” (1 Cor 9:23) And he writes to his beloved Timothy that God our Savior “desires all men to be saved and to come to the knowledge of the truth.” (1 Tim 2:4)

And this is what we consistently see throughout salvation history. God returns again and again to save his people. He saves his people, by the way, to be a light to the nations so that all may come to know and love him. He sent Amos the prophet from Judah into the Northern Kingdom which had rejected him. And he sent countless other prophets over the centuries – even to pagans, like Jonah to Nineveh.

Jesus, on the last night he spent with his disciples, also taught something more concerning dust and feet. “When he had washed their feet, and taken his garments, and resumed his place, he said to them, “Do you know what I have done to you? You call me Teacher and Lord; and you are right, for so I am. If I then, your Lord and Teacher, have washed your feet, you also ought to wash one another’s feet. For I have given you an example, that you also should do as I have done to you. Truly, truly, I say to you, a servant is not greater than his master; nor is he who is sent greater than he who sent him. If you know these things, blessed are you if you do them.” (John 13:12-17) “A new commandment I give to you, that you love one another; even as I have loved you, that you also love one another. By this all men will know that you are my disciples, if you have love for one another.” (John 13:34-35)

Yes, it is necessary to preach repentance of sins. Yes, it is necessary to proclaim the truths of salvation. But we must also live in the truth of the faith as a prophetic sign for “we exist for the praise of his glory.” Love one another. Love your enemy. Pray for those who persecute you. Become a light set upon a hill for the world to see. As author Madeleine L’Engle once wrote: “We do not draw people to Christ by loudly discrediting what they believe, by telling them how wrong they are and how right we are, but by showing them a light that is so lovely that they want with all their hearts to know the source of it.”

When they will not receive you or listen to you, do not linger in argument. Do not give into angry condemnations. Do not try to force what can only be freely received as the free gift that it is, just as you yourself have received it. So shake the dust from your feet as a testimony against them. But never shake the love of them from your heart as a testimony to them.

* * *

"Si en algún lugar no los reciben ni los escuchan, no se alejen de allí sin haber sacudido el polvo de sus pies: con esto darán testimonio contra ellos."

Cómo hemos de entender estas palabras? Si alguien no va a recibir la verdad,  somos entonces libres de dejarlos con sus pecados? ¿Podemos simplemente olvidarnos de ellos? Israel es tierra santa. Es la tierra que Dios dio a los israelitas en La Alianza. Por esta razón los judíos se sacudían el polvo de tierras extranjeras antes de entrar en la Tierra Santa. Jesús envía a los discípulos como profetas predicando el arrepentimiento y haciendo obras como testimonio: curando a los enfermos y expulsando demonios. La instrucción que da de sacudir el polvo es un gesto profético. Es un testimonio de que se están perdiendo el punto de la Tierra Santa. Son extraños, incluso mientras residían en la tierra de sus padres. Pero eso no quiere decir que Jesús no se preocupa por estos lugares o los habitantes de esas tierras.

 Él los está preparando para el rechazo que seguramente vendrá. "El discípulo no está por encima de su maestro, ni el sirviente por encima de su patrón. "(Mateo 10: 24-25). Entonces, ¿cómo lleva a cabo Jesús su ministerio de la predicación y la sanación? Los Evangelios registran a menudo que Jesús iba y venía por el Mar de Galilea. Regresó a menudo a los lugares donde había estado antes. "Jesús enseñaba todos los días en el templo." (Lucas 19:47) Una vez cuando se preparaba para ir a Jerusalén, una ciudad samaritana se negó a recibirlo. Santiago y Juan le preguntaron a nuestro Señor si debía hacer bajar fuego del cielo para consumir la ciudad. Nuestro Señor los reprendió diciendo: "No saben de qué espíritu son ustedes; el Hijo del hombre no ha venido para perder las almas de los hombres, sino para salvarlas "(Lucas 9: 55-56).



Mientras predicaban en Antioquía, San Pablo y San Bernabé fueron rechazados y "se sacudieron el polvo de sus pies contra ellos y se fueron a Iconio." (Hechos 13:51). Antioquía pasó, por cierto, a ser convertida y convertirse en un centro importante del cristianismo. En otra ocasión, después del rechazo y la blasfemia en Macedonia, San Pablo se sacudió el polvo de sus vestiduras. (Hechos 18: 6). Pero este es el mismo San Pablo que escribe a los Corintios "Me he hecho todo para todos con el fin de salvar, por todos los medios a algunos.  Y todo lo hago por el Evangelio, porque quiero tener también mi parte de el. "(1 Corintios 9:23) y escribe al amado Timoteo que Dios nuestro Salvador "quiere que todos los hombres se salven y vengan al conocimiento de la verdad. "(1 Timoteo 2: 4)

Y esto es lo que vemos constantemente en toda la historia de la salvación. Dios vuelve una y otra vez para salvar a su pueblo. Él salva a su pueblo, por cierto, para que sean una luz para las naciones, para que todos puedan venir a conocerlo y amarlo. Él envió a Amós el profeta de Judá a los Reinos del Norte que lo habían rechazado. Y envió un sinnúmero de otros profetas durante siglos - incluso a los paganos, como Jonás a Nínive.

Jesús, en la última noche que pasó con sus discípulos, también enseñó algo más en relación con el polvo y los pies. "Cuando acabó de lavarles los pies, tomó su manto, volvió a la mesa, y les dijo:" ¿Comprenden lo que he hecho con ustedes? Ustedes me llaman Señor y Maestro; y ustedes tienen razón porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, les he lavado los pies a ustedes, también ustedes deben lavarse los pies unos a otros. Yo les he dado el ejemplo, y ustedes deben hacer como he hecho yo.   En verdad les digo: El servidor no es más que su patrón y el enviado no es más que el que lo envía.  Pues bien, ustedes ya saben estas cosas: felices si las ponen en práctica.  "(Juan 13: 12-17)." Les doy un mandamiento nuevo: que se amen los unos a los otros.  Ustedes deben amarse unos a otros como yo los he amado.  En esto reconocerán todos que son mis discípulos: en que se aman unos a otros. "(Juan 13: 34-35).

 Sí, es necesario predicar el arrepentimiento de los pecados. Sí, es necesario proclamar las verdades de la salvación. Pero tambien tenemos que vivir en la verdad de la fe como un signo profético de "existimos para la alabanza de su gloria." Ámense unos a otros. Ama a tu enemigo. Oren por los que los persiguen. Conviértanse en una luz sobre un cerro para que el mundo la vea. Como escribió Madeleine L'Engle una vez: "No acercamos a la gente a Cristo desacreditando fuertemento lo que ellos creen, o diciéndoles lo equivocados que están, y cuánta razón tenemos nosotros, sino mostrándoles una luz que es tan encantadora que ellos desean con todo su corazón conocer la fuente de la misma. "

 Cuando ellos no los reciban o los escuchen  a ustedes no insistan en el debate. No cedan a la condena ni a la ira. No traten de forzar lo que sólo puede ser recibido libremente como el don gratuito que es, así como ustedes lo han recibido. Sacudan el polvo de sus pies como testimonio contra ellos. Sin embargo, nunca sacudan el amor de ellos de su corazón, como testimonio para ellos.


Jul 6, 2015

Fourteenth Sunday in Ordinary Time, Year B

God sent the Israelites a prophet. In fact, he sent many prophets. Sometimes they listened, sometimes they did not listen. The story of salvation history is not a story of a people earnestly seeking out God and struggling mightily against the culture of their times. It is a story of a people that kept acquiescing to the culture around them and forgetting their God. They rebelled against Moses. They insisted upon being like other nations. “We want a king,” they said. God, it seems, was not kingly enough for them. Nevertheless, God was earnestly seeking out his people. Even though they often rejected him, often refused to receive his prophets, God would not let his love for his people fade. In testimony of his unending love, finally, God sent his Son.

What was it like to see and hear Jesus? Very often we are told in the Gospels of his wisdom, the authority of his teaching and the mighty deeds he performed. The people of his city were awestruck by him. “Where did he get his learning? From where come his wisdom and his power to do miracles?” And yet they are not satisfied with the witness of their eyes and ears but must push on to their own judgments. “We know him. We know his mother and father. We know his relatives.” They pass judgment on the basis of their own knowing. They stood in the presence of eternal truth and they could not understand him. They could not accept him. They would not receive him. Everyone who encounters Jesus is forced to make a choice. Is he the Lord? Or is he not?

The Catholic Church should expect to be received no better than her Lord was and is. The Church is not greater that her Lord. She will be treated in the same manner. The world judges the Church by its own standards. It cannot understand her. It will not accept her. It refuses to receive her, unless she makes herself like the world. The world is only able to love itself. And any person that desires to be loved by the world, must become like the world. Worse than the judgment of the world is the judgment of her own children. For even her own children refuse to receive her teachings.
My brothers and sisters, we are not like the prophets who were rejected, insulted and murdered. We are like the Israelites who thus treated the prophets. The world does not need to persecute us. We are unfaithful to our own Church and to her teachings. We are silent when we should speak. We talk when we should listen. We are anything but saints. We are not like St. Paul.

It is too easy to paint the picture of ourselves as poor persecuted Christians. First we must first become Christians. If we wish others to receive Christ, first we have to receive him. If we wish others to know the truths of the Christian life, first we have to live them. If we wish others to love God, first we have to love him. This is Paul’s secret: he loves God and therefore he is able to say: “I will rather boast most gladly of my weaknesses, in order that the power of Christ may dwell with me. Therefore, I am content with weaknesses, insults, hardships, persecutions, and constraints, for the sake of Christ; for when I am weak, then I am strong.” He encountered Jesus and confessed that Jesus Christ is Lord.

And you, who do you say that Jesus is?

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Dios envió a los hijos de Israel un profeta. De hecho, envió muchos profetas. A veces se escucharon y a veces ellos no escucharon. La historia de la salvación no es una historia de un pueblo seriamente en busca de Dios y luchando fuertemente contra la cultura de su tiempo. Es una historia de un pueblo que mantienen la cultura que les rodea y olvidando su Dios. Se rebelaron contra Moisés. Ellos insistieron en ser como las otras naciones. "Queremos un rey", dijeron. Dios, al parecer, no era lo suficientemente real para ellos. La historia también nos da el ejemplo de las almas fieles que se aferraban a Dios en medio de la rebelión generalizada, la maldad y el pecado. Dios estaba seriamente buscando su pueblo. A pesar de que su gente a menudo lo rechazaron, a menudo se negó a recibir a sus profetas, Dios no dejaría que su amor por su pueblo se desvaneciera. En testimonio de su amor infinito, finalmente que Dios les envió a su Hijo.

¿Qué se siente al ver y escuchar a Jesús? Muy a menudo se nos dice en el Evangelio de su sabiduría, la autoridad de su enseñanza y los milagros que realizó. La gente de su ciudad estaban impresionados por él. “¿Dónde aprendió este hombre tantas cosas? ¿De dónde le viene esa sabiduría y ese poder para hacer milagros?” Y sin embargo, no están satisfechos con el testimonio de sus ojos y los oídos, sino que debe hacer sus propios juicios. Lo conocemos. Conocemos su madre y su padre. Conocemos sus parientes. Ellos juzgaron por sí mismos. Ellos están en la presencia de la verdad eterna y no pudieron entenderlo. Ellos no pudieron aceptarlo. Ellos no lo recibieron. Cada uno, que encuentra a Jesús, está obligado a tomar una decisión. ¿Es él el Señor? ¿O no?

La Iglesia no es mayor que su Señor. Ella será tratada de la misma manera. El mundo juzga a la Iglesia por sus propias normas. No puede entenderla. No puede aceptarla. Se niega a recibirla, a menos que ella hace a sí misma como el mundo. El mundo sólo puede amar a sí mismo. Y cualquier persona que desea ser amado por el mundo, debe ser como el mundo. Pero mucho peor que el juicio del mundo, es el juicio de sus propios hijos. Incluso sus propios hijos no reciben sus enseñanzas.
Mis hermanos, no somos como los profetas que fueron rechazados, insultados y asesinados. Somos como los hijos de Israel que así trataron a los profetas. El mundo no necesita perseguirnos. Nos callamos cuando deberíamos hablar. Hablamos cuando deberíamos escuchar. Somos infieles a nuestra Iglesia y a sus enseñanzas. Somos cualquier cosa menos santos. No somos como San Pablo.

Es demasiado fácil para pintar la imagen de nosotros como pobres cristianos perseguidos. En primer lugar debemos ser cristianos. Si queremos que otros puedan recibir a Cristo, primero tenemos que recibirlo. Si queremos que otros puedan conocer las verdades de la vida cristiana, primero tenemos que vivirlas. Si queremos que otros puedan amar a Dios, primero tenemos que amarlo. Este es el secreto de Pablo: ama a Dios y por lo tanto, dice: “Así pues, de buena gana prefiero gloriarme de mis debilidades, para que se manifieste en mí el poder de Cristo. Por eso me alegro de las debilidades, los insultos, las necesidades, las persecuciones y las dificultades que sufro por Cristo, porque cuando soy más débil, soy más fuerte.” Encontró a Jesús y confesó que Jesucristo es el Señor.

Y ustedes, ¿quién dicen que es Jesus?