Nov 29, 2014

Última Semana: Viernes / Friday 34th Week in Ordinary Time

Hay una traducción muy interesante en nuestro salmo responsorial. La respuesta dice: "Dichosos los que viven en tu casa." Pero el Latín dice: "Ecce tabernaculum Dei cum hominibus." Literalmente, significa: ¡Mira! el tabernáculo de Dios con los hombres. Tabernáculo significa morada. "Ecce" significa mira pero también aquí o allá o esta. La respuesta es del libro del Apocalipsis del apóstol san Juan: "Esta es la morada de Dios con los Hombres; vivira con ellos como su Dios y ellos seran su pueblo." La "esta" de este versiculo es la ciudad santa, la nueva Jerusalén, engalanda como una novia que va a desposarse con su prometido." Deseo señalar tres cosas que podemos aplicar este versículo.

Primero. ¿Cómo se llama el lugar en el que nos reservamos el Santísimo Sacramento? El Tabernáculo. Cuando Dios vino en carne humana, él hizo su morada con nosotros. Y para que no nos vemos privados de su presencia hasta que venga otra vez, él nos da esta misma carne para santificarnos y para mostrarnos su amor. Si Dios vino a vivir entre los hombres y nos dejó este Santísimo Sacramento, lo dejó como una promesa que iba a regresar otra vez y llevarnos a sí mismo.

Segundo. La Iglesia Católica es el lugar de su presencia. Los miembros de su Iglesia por el bautismo son el cuerpo místico de Cristo. Por eso oramos en nuestra plegaria eucarística, “para que, fortalecidos con el Cuerpo y la Sangre de Cristo y llenos de su Espíritu Santo, formemos en Cristo un solo cuerpo y un solo espíritu. Que El nos transforme en ofrenda permanente, para que gocemos de tu heredad junto con tus elegidos.” ¿Dónde? En la nueva Jerusalén que San Juan vio, que es la Iglesia Católica.

Tercero. Esto sólo sucede si contemplamos a Cristo en el Santísimo Sacramento y tratamos de imitarlo en nuestras vidas. Nuestras almas son tabernáculos del Altísimo. Y no sólo nosotros, sino también a toda alma. Necesitamos buscar a Cristo en cada lugar y en cada alma. Primero lo reconocemos en la Eucaristía, a continuación, le invitamos a entrar en nuestro corazón. Y donde quiera que no lo encontramos en el mundo, debemos llevarlo con nosotros. Sí, Dichosos los que viven en su casa. Porque ahora se regocijan en su Señor, mientras esperan su regreso.

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There is an interesting Spanish translation in the responsorial psalm, today. The response says. "Blessed are those who live in your house." But the Latin says, "Ecce tabernaculum Dei cum hominibus." Literally it means, "Behold! The tabernacle of God with mankind." Tabernacle means dwelling place. "Ecce" means behold but also look, see, here, there, or this. The response is from the book of Revelation of the Apostle St. John: "Behold, God's dwelling is with the human race. He will dwell with them and they will be his people." The "behold" is referenced to the holy city, the new Jerusalem, prepared as a bride adorned for her husband." I want to point out three things to which we can apply this verse.

First. What do we call the place in which we reserve the Most Holy Sacrament? The Tabernacle. When God came in human flesh, he made his dwelling place with us. And so that we would not be deprived of his presence until he come again, he gave to us this same flesh to sanctify us and to show us his love. If God came to live among the human race and left us this Most Holy Sacrament, he left it as a promise that we would return again and bring us to himself.

Second. The Catholic Church is the place of his presence. The members of his Church by baptism are the mystical body of Christ. For this reason we pray in our Eucharistic Prayer, "grant thate we, who are nourished by the Body and Blood of your Son and filled with his Holy Spirit, may become one body, one spirit in Christ. May he make of us an eternal offering to you, so that we may obtain and inheritance with your elect." Where? In the new Jerusalem which St. John saw, which is the Catholic Church.

Third. This only happens if we contemplate Christ in the Most Holy Sacrament and try to imitate him in our lives. Our souls are tabernacles of the Most High. And not only us, but also every soul. We need to seek Christ in every place and en every person. First, we recognize him in the Eucharist, then, we invite him to enter into our heart. And where ever we do not find him in the world, we should bring him with us. Yes, blessed are those who live in his house. Because now they rejoice in their Lord, while they await his return.

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